La historia de las odonatas y los símbolos que invitan a ser libres

Durante años —a veces hasta seis—, la libélula vive bajo el agua.
Es una ninfa que habita en la penumbra, adaptada al silencio y al fluir lento del fondo.
No sabe aún que su verdadero destino es volar.
Ignora que, dentro de su ser, un programa silencioso y perfecto la espera,
paciente, hasta que llegue el momento de despertar.

Entonces algo cambia.
Una fuerza interna —sabia y ancestral— la impulsa hacia la superficie.
Comienza un proceso desafiante, casi milagroso:
la piel se abre, la forma se renueva, la fragilidad se convierte en belleza.
Y en medio de la transformación, surgen las alas.

La libélula no lucha por volar; simplemente recuerda quién es.
Su vuelo no es un escape, sino una revelación:
la libertad no está afuera, sino dentro, aguardando el instante de confiar...

Así también ocurre con nosotros.


Vivimos largos periodos en las profundidades de la vida,
acostumbrados a la penumbra, creyendo que la quietud es nuestro hogar.


Pero llega un momento en que algo en el alma nos llama a emerger,
a dejar atrás la piel que ya no nos contiene,
a abrir las alas y mirar el mundo desde la altura de la conciencia.

Este es ese momento.
Si estás sintiendo ese impulso, esa necesidad de transformación,
te invito a formar parte de una comunidad de almas que, como tú,
están recordando su poder, su luz y su capacidad de volar.


Despierta tu vuelo.
Y haz de tu historia, libertad.